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sábado, 30 de junio de 2018

LAS FÁBULAS DE OCCIDENTE: MASONERÍA, ROSACRUZ Y GRIAL, por Juan Almirall

En uno de los retratos conservados de René Descartes, aparece con un libro en las manos donde se puede leer la siguiente leyenda: Mundus est fabula”, “el mundo es una fábula”. El padre del racionalismo que en su juventud siguió el rastro de los Rosacruces alemanes y tuvo varios sueños herméticos, ¿era acaso consciente de que toda explicación del mundo solo puede ser una fábula? 
No hay duda de que el relato es lo que nos constituye como seres humanos. Somos un discurso sobre nosotros mismos, sobre nuestras preferencias intelectuales, morales, emocionales, vitales, etc.  
Y a la cultura de un pueblo le pasa lo mismo. Toda cultura es también un relato sobre la historia, las preferencias intelectuales, morales, emocionales, vitales de un pueblo o de un colectivo. Y la ciencia moderna, como fenómeno cultural que no deja de ser una preferencia intelectual, no escapa de este sino de lo humano, también es un relato, un discurso más o menos preciso sobre el mundo. En el fondo una fábula más, que ni siquiera es la misma en cada época, depende de las preferencias intelectuales, morales, espirituales, de una comunidad más o menos grande y más o menos dominante.
Estas preferencias cambian y los relatos, las fábulas cambian, tanto a nivel individual, como a nivel colectivo.
Pero si bien hay fábulas que pretenden no serlo, que pretenden ajustarse a un criterio universal de certeza, hay otras que no pretenden ser ciertas, que son meras fábulas que gustan e interesan a un grupo de personas o a todo un espacio cultural. Occidente es un espacio cultural, que, como toda otra civilización, se ha construido con fábulas, unas pretendidamente ciertas y otras que son meras leyendas sin ninguna pretensión de certeza.
Algunas de estas leyendas son civilizadoras, pues toda civilización se construye también sobre discursos legendarios y mitológicos. Europa está edificada sobre relatos, sobre fábulas, que nutren nuestra acerbo cultural y nuestro imaginario colectivo. 


Pero estos mitos y leyendas tienen un poder sobre la psique individual y colectiva, por ello han sobrevivido y sobrevivirán mientras perviva nuestra cultura, pues son nuestros relatos, los relatos de nuestros mayores, relatos donde se vuelcan los ideales de nuestra cultura, son alimento para el espíritu humano, para nuestra fantasía y para nuestros sueños. 
Y los buenos relatos tienen una cualidad, dotan al ser humano de virtudes morales y éticas. Aprendemos no siempre gracias a premios o castigos, sino, y sobre todo, cuando nos empapamos de grandes ideales que llenan nuestra alma de anhelo por mejorar, emulando a los héroes y protagonistas del relato e intentando cumplir sus mismos ideales. Este es el gran poder de la cultura, el gran poder del conjunto de relatos sobre los que está construida una cultura.
Fábulas llenas de mitos, de dioses, héroes, damas, caballeros, dragones, hadas, personas sabias, valientes, virtuosas, que ensalzan virtudes que todo ser humano potencialmente tiene y nos invitan a imitarles, reforzando y potenciando los mejores aspectos de nuestra alma-psique. Estas virtudes podrán aflorar algún día en nosotros en cualquier situación. 
La religión es entre otras cosas un conjunto de relatos sobre personas que realizaron un elevado ideal religioso y por ello se convirtieron en santos, pero no solo la religión tiene esta capacidad. Muchos relatos de la literatura universal tienen la misma capacidad de educarnos y ayudar a pulirnos como seres humanos y dotándonos de ideales y virtudes. 
Algunos de estos ideales se plasmaron en los relatos filosóficos. Como decía Pierre Hadot, la filosofía al principio era una práctica de vida común, una norma de vida ética, que después se justificaba en una determinada visión del mundo, pero ante todo era una regla de vida común. 
También se plasmaron en los relatos mitológicos que fascinaron a paganos y cristianos. La Ilíada, la Odisea, las Metamorfosis de Ovidio, las grandes Tragedias griegas, etc. 
La literatura cristiana, como no podía ser menos, fascinada por los antiguos creó el Caballero Cristiano, que se distinguía del clérigo, porque añadía a las virtudes religiosas la virtud heroica, como en los mitos paganos. La construcción literaria del Caballero Cristiano se inspiró en las aventuras de las Cruzadas que ofrecieron tantos y tantos relatos y que estimularon la fantasía de autores como Chretien de Troyes o Wolfgang von Eschenbach. Éste último fabuló la historia de la recuperación del Santo Grial, representándolo como la Ciudad Santa, la Jerusalén Celeste, el ideal de los cruzados. 
La leyenda de los Templarios quedó asociada a la búsqueda y recuperación del Santo Grial, símbolo de la Ciudad Santa, la Sociedad Ideal, por varias razones, tal vez la más importante fue que gracias a la condena papal la Orden se convirtió en un referente para el partido Gibelino, que se distinguió en la polémica sobre cesar o papismo, polémica que irá cambiando de forma a lo largo de la historia europea, sobre todo tras la Reforma Protestante. Los Templarios se convirtieron en el arquetipo de aquellos que se opusieron al poder de la Iglesia, a favor de una sociedad más justa y verdaderamente cristiana.
Las fábulas sobre la Orden de los Templarios también sirvieron de señuelo a los Jacobitas escoceses ya que se había conservado la leyenda de que fueron los Caballeros Templarios los que ayudaron a restaurar la Corona Escocesa. Los Templarios escoceses reaparecieron en la primera mitad del siglo XVIII como un ideal para el reclutamiento del ejército jacobita que tenía que ayudar a restaurar a los Estuardo en el trono de Inglaterra. 
Otro de las grandes fábulas centro europeas es la de los Rosacruces, que se presentó como tal y que inspiró a Descartes. Seguramente, por ello se hizo pintar con la misteriosa frase.
El relato rosacruz es una fabula sobre la creación de una comunidad de sabios filósofos que toman las riendas de la descarrilada Europa, en una época donde el final escatológico estaba cerca, pues en el cielo se habían visto aparecer estrellas, las grandes supernovas de 1572 y 1604, detectadas por los astrónomos de la época, Tycho Brahe y Johannes Kepler. 
Los Rosacruces lanzaron su Famaen 1614, su Confessio en 1615 y un fantástico relato sobre la transformación alquímica en 1616, Las Bodas Químicas de Cristián Rosacruz. Allí se fabula sobre la posibilidad de que un ser humano pueda alcanzar un estado de transfiguración e inmortalidad similar al relatado sobre Jesucristo en los Evangelios. Por supuesto, se trataba de seguir fielmente la vida evangélica tal como la proponían los teólogos luteranos, pero además siguiendo la teorías herméticas, tal como la narraban los tratados alquímicos y herméticos recuperados en el Renacimiento. 
El autor de la fábula rosacruz, Johannes Valentin Andreae, un alemán originario de la Selva Negra, escribió Cristianópolis,una obra inspirada en Utopíade Tomás Moro, donde claramente se describe una República dirigida por Sabios formados en una Universidad que se encuentra en el centro de la ciudad. Esta idea animará a Francis Bacon, padre de la ciencia moderna, a escribir la obra póstuma, Nueva Atlántida, publicada en 1627, donde la comunidad de científicos que gobierna la República ideal tiene una universidad llamada la Casa de Salomón. 
El relato sobre la construcción del Templo de Salomón, el Arca de Noé, el Tabernáculo de Moisés y el segundo Templo en la época del final del Cautiverio de Babilonia inspiraran el conjunto de relatos bíblicos que hará suyos la Francmasonería londinense conocida como de los modernos, a principios del siglo XVIII, para diferenciarse de la Masonería de los antiguos, desarrollada sobre todo un siglo antes bajo el patrocinio de los Estuardo. 
De nuevo un conjunto de fábulas gestadas a lo largo de los siglos, desde la Edad Media, esta vez sobre la profesión de los Geómetras Francmasones, una de las profesiones más nobles, dado que aplicaba los principios matemáticos fundamento de la razón. Estas fábulas encajarán muy bien en los planteamientos éticos y teológicos de las Iglesias reformadas, principalmente, la episcopalista anglicana y la presbiteriana calvinista. 
Todos estos relatos dotaron a la sociedad de los francmasones de nuevos ideales, virtudes y principios éticos, basados en la construcción del Templo, entendiendo por tal el ser humano individual y la comunidad en su conjunto. 
Una República de seres humanos libres, libre pensadores, capaces de compartir ideas y conocimientos para el mutuo enriquecimiento y el crecimiento espiritual y moral, se plasman en una serie de rituales, que permiten ponerlos en escena y recibir una fuerte impresión en los participantes, para que el iniciado recuerde.
Como decían las antiquísimas tablillas órficas, “el iniciado debe recordar”, incluso tras la muerte, y por ello los antiguos Misterios escenificaban un drama mitológico. En la Francmasonería moderna el drama que se escenifica es la muerte por asesinato del arquitecto del Templo de Jerusalén, Hiram Abiff. 
Los dramas que se representan en los rituales masónicos se construyen sobre varias fábulas, que hunden sus raíces en los ideales más profundos de la vieja Europa:
-       El ideal de un gremio o sociedad de constructores geómetras, la Francmasonería medieval, dispuestos a plasmar en la tierra la obra celeste diseñada por el Gran Arquitecto del Universo. Esto se desarrolla en el drama ritualizado de la muerte de Hiram Abiff, el maestro arquitecto del Templo de Jerusalén.
-       El ideal de los Rosacruces y su comunidad de sabios y filósofos que gobernaría la República de seres humanos libres, que se desarrolla en el ritual de la muerte y resurrección de Cristo y la Santa Cena del Caballero Rosacruz.
-       Y el ideal de la caballería espiritual de la Orden del Temple, dispuesta a liberarnos de la tiranía y de la superstición religiosa, que se desarrolla en el ascenso ritual por la escalera de la virtudes de la caballería del grado Kadosh.
Estas son las principales fábulas sobre las que se construyen los rituales masónicos de los Ritos más populares hoy practicados por los francmasones de todo el mundo.
El método masónico utiliza el ritual para que la enseñanza de estas fábulas quede profundamente grabada en la memoria, pues se experimenta el drama contenido en éstas, sin quedarse únicamente en la narración. El drama ritual deja la conciencia racional del iniciado en un cierto estado de aturdimiento, dejando además una profunda huella en la imaginación, por lo que el francmasón siempre podrá revivir las escenas de su iniciación y recordar lo que los símbolos y gestos vistos le trataban de enseñar. 
Sin ninguna duda estos dramas rituales están próximos a la experiencia onírica, pues el misterio tiene mucho que ver con los sueños. El método masónico consiste en introducir la enseñanza de los ideales y  la moral humanista de la Francmasonería, a través del rito que actúa sobre la imaginación y las capas más profundas de nuestra mente, lo que garantiza una verdadera asimilación. 
El sueño y la imaginación se vuelven una realidad gracias al método masónico. Y como se narra en el famoso relato taoísta del maestro Zhuang zi: “Una noche Zhuang Zhou soñó que era una mariposa: una mariposa que revoloteaba, que iba de un lugar a otro contenta consigo misma, ignorante por completo de ser Zhou. Despertóse a deshora y vio, asombrado, que era Zhou. Mas, ¿Zhou había soñado que era una mariposa? ¿O era una mariposa la que esteba ahora soñando que era Zhou?” (Zhuang zi, cap. II)
El ser humano está condenado a convivir con el misterio, el misterio de la vida y la muerte que cada día afronta con el tránsito de la vigilia al sueño. La oscura logia masónica, iluminada por la tenue luz de las velas, los adornos masónicos y los símbolos que encontramos por todas partes en un templo, penetran en nuestra imaginación y en la mente simbólica.
Esta mente simbólica es una profunda capa donde se despliegan las posibilidades biológicas de nuestro cerebro, una mente que no se expresa a través del concepto y por tanto está más allá del discurso. Una mente que se expresa a través de experiencias mucho más básicas, que solo se pueden representar por medio de la imagen y el símbolo, pues no encuentra otra forma de expresión más adecuada. Es también, la forma en que se expresa el sueño, que utiliza las imágenes de forma simbólica.  
Es así como la Masonería se convierte en una escuela espiritual y de virtud moral. Utilizando el ritual masónico se tiene acceso a las capas más profundas de la mente humana, para dejar grabadas allí, los ideales más elevados contenidos en mitos y leyendas clave de la cultura europea. Aquellos que transmitieron los valores espirituales y morales contenidos en las fábulas que inspiraron la transformación de Occidente:
-       La fábula sobre los constructores libres, que quisieron levantar un Templo donde, según cuentan las leyendas bíblicas, habitó la presencia divina, la Shekhinah, porque aquel Templo era un fiel reflejo del Universo. Esta fábula pone de manifiesto el arquetipo del hombre guiado por la razón matemática y consagrado al trabajo de cuadrar el círculo.
-       La segunda fábula que trata sobre la comunidad científica, la fraternidad de sabios, filósofos y científicos rosacruces que decidieron compartir sus conocimientos en pro del avance de la humanidad. Revelando el arquetipo del hombre verdaderamente sabio, conocedor de la Gnosis y de los secretos de la Gran Obra.
-       Y la tercera fábula sobre la Orden de Caballeros del Templo y su gesta en pos del Santo Grial, la recuperación de la Ciudad Santa, la Jerusalén Celeste, que aviva el arquetipo del hombre comprometido con la evolución de la sociedad humana, hacia esa Comunidad ideal que vive en la Ciudad de Dios.
Todo hombre y toda mujer que quiera adentrarse en el conocimiento del tejido espiritual de Occidente, de los ideales que inspiraron a Europa y América, la tierra prometida, y comprender sus valores, sus arquetipos, debería ser iniciado en la Masonería, vivir las iniciaciones que allí se conservan, porque por ellas han pasado los grandes hombres y más tarde grandes mujeres que han construido nuestra civilización. Vivir las iniciaciones masónicas, rosacruces y templarias supone mirar cara a cara al Espíritu de Occidente, todavía muy vivo en los rituales masónicos, capaces de conmover e inspirar a hombres y mujeres y dejar en ellos impresas las huellas de la virtud moral contenidas en estos mitos y fábulas.
Por último, no quisiera terminar sin referirme al trabajo del grupo de lectura de la Sociedad Teosófica que hemos compartido: la lectura de los primeros capítulos de la obra de Madame Blavatsky, Isis sin velo. Donde hemos podido abordar la situación previa a la aparición de nuevas fábulas, la Doctrina Secreta, conocida en su momento como Buddhismo Esotérico. El fenómeno espiritista puso de manifiesto la existencia de un elemento al que la ciencia intentó dar respuesta y que Blavatsky identificó como el éter, la sustancia astral conocida como arqueus por los alquimistas paracelsianos, o el prâna de los indios o el qi de los chinos. Esto fascinó a los ocultistas de XIX y que abrió las puertas de Occidente al Budismo, el Yoga y Taoísmo oriental. En todas estas tradiciones el éter se manifiesta en el mundo elemental como tierra, agua, fuego y aire, elementos que el iniciado debe dominar en las pruebas centrales del Rito de Iniciación masónico.

(Juan Almirall, Tenida Blanca, Barcelona 29 de junio de 2018) 

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